Sunday, June 17, 2018

Dios crea un hogar para todos – Marc 4:26-34, Ezeq 17:22-24

11o domingo ordinario, Año B; San Adalbert y San Casimirio.

El profeta Ezequiel entendía la sensación de falta de hogar, de no pertenecer, de estar lejos de donde quería estar. Él había sido sacerdote en el templo de Jerusalén y los babilonios habían venido, habían destruido el templo, la casa de dios, y el palacio, la casa del rey, habían destruido toda la cuidad y exiliado a todo la gente, incluso Ezequiel. Los babilonios habían llevado a los exiliados a Babilonia.


Creo que entendemos la experiencia de Ezequiel. Como la entendemos depende de que pase y que pasare en nuestras vida. Estoy seguro de que hay personas aquí que, como Ezequiel, sientan tan lejos de su hogar y que lo extrañan mucho. No dudo que hay otras personas que tienen miedo que experimentarán lo que experimentó Ezequiel, exilio de su hogar. Pero a pesar de si el lugar donde vivimos siente como hogar o no, todos entienden esta experiencia de no pertenecer. Todos entendemos la sensación que este mundo no es como debe de ser, no puede ser nuestro hogar verdadero. Ezequiel vivió debajo de la tiranía de Babilonia que lo dominó, que impidió que él fuera todo lo que dios le llamaba para ser, un poder que construyó jardines lujosos y no lo dejó entrar. Hermanos y hermanas, si entendemos como es vivir así, porque nosotros también viven debajo de una tiranía, no la de Babilonia, sino la de Satanás, la del pecado y la de la muerte. Esta tiranía nos domina, impide que seamos todo lo que dios nos llama para ser, y no nos deja entrar en el jardín lujoso. Y sentimos lejos de nuestro hogar, en nuestras almas, porque estamos lejos de edén.


Pero a Ezequiel no le perdió la esperanza, y nosotros también pueden mantener esa misma esperanza. En la primera lectura de hoy, Ezequiel proclama una palabra de dios, una promesa de un hogar. Dios habla de un gran cedro, un gran árbol, un árbol muy fuerte, muy impresionante. En verdad, para mí, un cedro es algo que me da un poco miedo, a causa de mi alergia. Y este cedro es una imagen que dios usa para describir Babilonia. ¿Y qué le hace dios a este árbol? Lo corta. Lo agrede. Porque dios no deja que las tiranías siguen dominando. No por siempre.

Pero la historia no termina con el ataque, con cortar. No, dios toma la copa de este cedro y la planta, la planta en Israel, en el hogar que Ezequiel extraña tanto. Y pues ocurre un milagro. El retoño crece. Tal vez este no es nada milgroso; muchas veces crecen los retoños. Pero pues este cedro da fruto. Los cedros no dan fruto. No es algo que ocurre, nunca. Pero este cedro, el cedro que dios hace crecer en Israel, si da fruto. Este árbol da fruto para que todos puedan comerse. Y oímos que toda clase de pájaros vienen y descansan al abrigo de sus ramas. Es un hogar, un hogar para todos. Un hogar donde todos pertenecen, donde nadie necesita tener miedo. Es edén, es paraíso. Es el sueño de dios, es lo que dios está haciendo: agredir a cada tiranía, cortar un retoño para hacer un hogar para todos, para llevarnos allá. Ezequiel tenía esperanza que dios estaba actuando para tomarlo de su exilio en Babilonia, y nosotros también podemos tener esperanza que dios está actuando hoy día para hacer lo mismo.

Es una esperanza que tenía también Jesucristo. Su esperanza es la misma como Ezequiel: un hogar para todos, donde todos son bienvenidos, donde todos los pájaros pueden anidar a su sombra. Él habla también de una planta que dios hace crecer para crear un hogar. Pero Jesucristo no habla de un cedro, sino de un arbusto. Un arbusto de mostaza es más grande que la mayoría de arbustos. Pero, sin embargo, es arbusto. No es impresionante como un gran árbol, como un cedro. Y de hecho, Jesús dice que lo que vemos ahorita no es hasta un arbusto, sino una semilla, una semilla que es la más pequeña de las semillas.

Ezequiel nos llama la atención a la tiranía, a todo que es mal en nuestro mundo, y proclama que dios va a convertirla en paraíso. Nos dice: “mira que mal sea… Será mejor; La bondad será más grande que el mal actual.” Jesucristo nos dice otra cosa. Él nos dice: “busca la semilla. Sí, es chiquita, pero existe. El reino de dios está aquí. Y tal vez parece que la tiranía es más grande, tal vez la semilla del reino es difícil para ver, pero está aquí, búscala.” En nuestro mundo, podemos buscar el reino de dios. Ahorita, no es nada grande, no es obvia, pero existe en las cosas chiquitas, en las personas humildes, que el mundo ignora. En una persona que ofrece hospitalidad, en una sonrisa de un niño o niña, en los actos pequeño del amor, si podemos ver la semilla que es el reino de dios. Busquémosla.




No comments:

Post a Comment