One of my favorite “Bible
quotes” that’s nowhere to be found in the actual Bible is “this too shall pass.”
The first occurrence of that phrase in English seems to be in a nineteenth century
English translation of Sufi poetry, and, in a speech in 1859, Abraham Lincoln claimed
that an unidentified “Eastern monarch” had charged his sages to come up with an
adage that would be true and appropriate in all situations, and that what they
had offered him was this: “this too shall pass.”
It’s
nowhere in the Bible, but I think it would have resonated with Zechariah up to
a point. It’s actually really hard to pin down quite what time period this oracle
comes from, because its sentiment is so universal and so powerful. Whatever is
going on in your life right now, whatever afflicts you, whomever you miss right
now: this too shall pass. But Zechariah wouldn’t stop with “this too shall pass.”
Because he has faith that he can tell us what will come, better who will come, maybe
not when “this” passes, but after the next this and the next this and maybe a
few more “this”s… eventually, the Messiah will come. And his presence will not
pass away. All oppression, all division, all hatred, all disease: this too
shall pass. Not because nothing really lasts that long and everything passes
away at some point. No, because the Messiah will come and cast out everything
that is not of God. And the Messiah’s presence will not pass away. He comes
meekly, he comes humbly, but he also comes victorious, he comes as a savior.
But the
picture we get from Zechariah is not a cute picture, or even a pretty picture,
or an easy picture. It talks of the Messiah coming and, in our translation,
banishing the horse, and the chariot, and the warrior’s bow. And “banish” is
kind of the Vege-tales translation. The Hebrew literally reads “cut off” and
the Greek has “destroy utterly.” God cast horse and chariot into the sea once,
and He’ll do it again, Zechariah says. Only this time it’ll be our horses, our
chariots, our warriors’ bows too. He’ll do that because we won’t need those
things anymore, because he’ll speak peace to the nations and this time, this
final time, his word will not come back empty. We won’t need to fear chariots
or horses that oppose us, but we won’t get to keep hold of ours either. That
should be good news. That is good news! The Messiah is coming and we won’t need
to fear. Whatever leads us to fear or anxiety will be cut off, destroyed
completely. But whatever we rely upon that isn’t God will also be at least
banished, more likely cut off, destroyed completely. And how we feel about that
might depend a little on how attached we are to the things we rely on that aren’t
God.
In our
gospel, Jesus, the Messiah, says that it’s to the little ones, and not to the
wise or the learned, that the good news has been revealed. This passage from
Matthew’s gospel comes right after the Woes with which Jesus laments over Jerusalem,
which has, by and large, rejected his message, not welcomed their Messiah as
they might. The wise and learned don’t get it, but the little ones might. If
the good news is that all the chariots and horses are getting banished, it’s
easier to be a little more skeptical when you have lots of chariots and horses.
And when I think about chariots and horses that sounds very ancient and interesting
and I can say, thank God that’s not my struggle, but when Jesus points not to
stuff but to smarts as what can keep people from welcoming him, from longing
for his return, that stings a little more.
And in the
Gospel, the Messiah who has come and will come again, says that you don’t have
to just sit there waiting for “this” to pass (whatever “this” is that afflicts
you), “Come to me.” He’s coming. He’s running to us faster than we ever could,
but he at the same time bids us turn and come to him. And it’s tough to do that
when we’re clinging to chariots and horses, when we’re clinging to learning and
smarts, when we’re clinging to status and privilege and whatever we rely on
that isn’t God. When we’re not the little ones.
So, how do
we come to him? The one who’s coming, victorious, meek and humble. We come to
him in that same humility, and part of that means recognizing our weakness,
that we can’t do this alone, and asking God to act. Humility does not mean
denying that the gifts we have are gifts. It’s a false humility that denies our
giftedness. Humility has as its foundation gratitude. It’s in giving thanks for
our gifts that we recognize them as gifts and strengthen our relationship with
the giver. But humility doesn’t stop with our gifts. It also means
giving thanks for the gifts of others, especially those we may be tempted to
dismiss. And it means recognizing that our gifts are not given to us to cling
to, but to be spent, on the needs of the Church and the world, as our vow
formula puts it, or, in language which we celebrate this time of year: with a firm
reliance on the protection of divine providence, we mutually pledge to each other,
especially to those humbled not through choice, to those not victorious, to the
little ones, our lives, our fortunes, and our sacred honor, in short, our
gifts. Happy dependence Sunday!
Christ is coming.
We depend entirely on that, and we turn to him as he comes by turning to the
least, and humbly recognizing our profound mutual dependence.
Una de mis "citas bíblicas" favoritas que no
se encuentra en ninguna parte de la Biblia real es "esto también
pasará". En un discurso antes de hacerse presidente, Abraham Lincoln
afirmó que un "monarca oriental" (sin nombre) les había pedido a sus
sabios de inventar un adagio que sería cierto y apropiado en todas las
situaciones, y que lo que le habían ofrecido era esto: "esto también
pasará".
No está en ninguna parte de la Biblia, pero creo que
habría resonado con Zacarías hasta cierto punto. es realmente difícil
determinar de qué período de tiempo proviene este oráculo, porque su
sentimiento es tan universal y tan poderoso. Pase que pase en tu vida ahora
mismo, lo que sea que te aflija, a quien sea que extrañes en este momento: esto
también pasará. Pero Zacarías no se detendría con "esto también
pasará". Porque tiene fe, puede decirnos que vendrá, mejor quién vendrá,
tal vez no cuando "esto" pase, pero después del próximo esto y el
próximo esto y tal vez algunos "esto"s más ... eventualmente, el
Mesías vendrá. Y su presencia no pasará.
Toda opresión, toda división, todo odio, toda
enfermedad: esto también pasará. No es porque nada dura tanto y todo fallece en
algún momento. No, es porque el Mesías vendrá y echará todo lo que no es de
Dios. Y la presencia del Mesías no pasará. Él viene mansamente, viene
humildemente, pero también viene victorioso, viene como un salvador.
Pero la imagen que obtenemos de Zacarías no es una
imagen linda, ni siquiera una imagen bonita, ni una imagen fácil. Habla de la
venida del Mesías y, en nuestra traducción, hace desparacer el caballo y el
carro de guerra y rompe arco. El verbo en hebreo es lo mismo. También, podríamos
traducir "destruye por completo". Dios arrojó caballo y carro al mar
una vez, y lo volverá a hacer, dice Zacarías. Solo que esta vez serán nuestros
caballos, nuestros carros, los arcos de nuestros guerreros también. Lo hará
porque ya no necesitaremos esas cosas, porque Él hablará paz a las naciones y
esta vez, esta última vez, su palabra no volverá vacía. No tendremos que temer
a los carros ni a los caballos que se nos oponen, pero tampoco podremos
mantener los nuestros.
Eso debe de ser buenas noticias. ¡Esas son buenas
noticias! El Mesías vendrá y no tendremos que temer. Cualquier cosa que nos
lleve al miedo o la ansiedad se destruirá por completo. Pero si dependamos de algo
que no es Dios, esto también será destruido por completo. Y cómo nos sentimos
al respecto podría depender un poco de cuán apegados estamos a las cosas en las
que confiamos que no son Dios.
En nuestro evangelio, Jesús, el Mesías, dice que es a
los sencillos, literalmente, a los bebés, y no a los sabios o los entendidos,
que las buenas nuevas han sido reveladas. Este pasaje del evangelio de Mateo
llega justo después de la lamentación de Jesús sobre Jerusalén, que, en
general, rechazó su mensaje, no dio la bienvenida a su Mesías como podrían. Los
sabios y los entendidos no lo entienden, pero los sencillos, los bebés sí. Si
la buena noticia es que todos los carros y caballos estarán destruidos, es más
fácil ser un poco más escéptico si tiene muchos carros y caballos. Y cuando
pienso en carros y caballos… suenan muy antiguos y puedo decir, gracias a Dios
esa no es mi lucha, pero cuando Jesús señala no cosas sino inteligencia como lo
que puede evitar que las personas lo reciban, anhelen su regreso, eso pica un
poco más.
Y en el Evangelio, el Mesías que ha venido y volverá,
dice que no tenemos que esperar hasta que "esto" pase (lo que sea que
nos aflija), "Vengan a mí". Él está viniendo. Está corriendo hacia
nosotros más rápido de lo que podríamos, pero al mismo tiempo nos pide que nos
volvamos y nos acerquemos a él. Y es difícil hacerlo cuando nos aferramos a
carros y caballos, cuando nos aferramos al aprendizaje y la inteligencia, cuando
nos aferramos al estatus y privilegio y lo que sea que dependamos que no es
Dios. Cuando no somos los sencillos.
Entonces, ¿cómo llegamos a él? El que viene,
victorioso, manso y humilde. Venimos a él con humildad, y parte de eso
significa reconocer nuestra debilidad, que no podemos hacer esto solos y
pedirle a Dios que actúe. La humildad no significa negar que los dones que
tenemos son dones. Es una falsa humildad que niega nuestro talento. La humildad
tiene como fundamento la gratitud. Es en dar gracias por nuestros regalos que
los reconocemos como dones y fortalecemos nuestra relación con el dador. Pero
la humildad no se detiene con nuestros dones. También significa dar gracias por
los dones de los demás, especialmente de aquellos que podemos tener la
tentación de descartar. Y significa reconocer que nuestros dones no se nos dan
para aferrarnos, sino para gastarlos. Las palabras de la declaración de independencia
son muy adequadas: con absoluta confianza en la protección de la Divina
Providencia, empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor.
¡Feliz domingo de dependencia!
Cristo viene. Dependemos por completo de eso, y nos
volvemos hacia él cuando viene, por volvernos hacia los más mínimos y
reconociendo humildemente nuestra profunda dependencia mutua.
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